jueves, 8 de abril de 2010

Insert Coin

Es muy conocido en la Ciudad de Buenos Aires el problema con las monedas. Para todo las necesitas, nunca nadie tiene cambio y son contadas con los dedos de una mano las líneas de buses que tienen sistema de boleto electrónico. Por supuesto las líneas que yo suelo tomar, no.

El tema de conseguir monedas es todo un trabajo mental, tenés que estar pensando qué comprar con cuánto pagar y calcular a su vez cuánto te darían de vuelto y si con eso llegás a completar $1.20 (solo un viaje). Por lo cual la misma odisea se repite al pensar en la vuelta.

Cuando volví de Barcelona y me instalé en Buenos Aires, tuve que adaptarme a realidades muy diferentes que hasta ese momento ignoraba. Inocentemente me acerqué un día a un puesto de diarios y le pregunte al Sr. Diariero si me cambiaba monedas, a lo cual agresivamente me contestó:

D-“¿Pero vos sos o te hacés?”

Yo-“¿Por?” Respondí con cara de ingenuo.

D-“¡Las monedas las compro, no te puedo cambiar!” retrucó.

Yo-“¿Qué? ¿Las comprás? Dale, cambiame”.

D-“Andate de acá pelotudo de mierda, rajá.”

Me quedé perplejo, no sabía qué hacer, tenía una mezcla de indignación con ganas de llorar, y una cierta ira la cual me hacía pensar que tenía que romperle el puestito de diarios a patadas.

¿Por qué tanta agresividad?

Por un momento pensé, no puedo estar sintiéndome como una hormiga en una ciudad, no soy así; levante la frente y seguí, por supuesto tuve que meterme en un kiosko y analizar precios para calcular vuelto y así obtener las preciadas monedas.

Desde ese día nunca más me quede sin monedas, tengo una latita donde las voy guardando y voy sacando todos los días para el viaje.

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